Rock,
nostalgia y psicodelia: Revisitando “Daltónico”, de Enjambre
Lanzado
en 2010, Daltónico marcó un punto de inflexión en la trayectoria de Enjambre,
catapultándolos al reconocimiento dentro de la escena del rock alternativo en
español. Con este álbum, la banda consolidó su característico sonido
nostálgico, influenciado por el rock clásico de los años 70, con toques de
psicodelia y una estética melancólica que resuena profundamente en el público
latinoamericano.
Cuando
recordamos la escena indie mexicana, se nos vienen a la cabeza varios nombres,
se me ocurren: División Minúscula, Zoé, Little Jesus, Odisseo, Siddhartha, Los
Blenders, Natalia Lafourcade, entre varios, varios más. Sin embargo, de entre
todos ellos, un grupo que destaca, no sólo por su trayectoria, sino también por
su capacidad emotiva es, sin duda, Enjambre.
Formada
hace veinte años, la banda zacatecana dio sus primeros pasos en la industria
musical con un humilde, pero convincente, primer disco en 2005, “Consuelo en
domingo”, para tres años después causar su primer gran impacto con los
sencillos “Manía cardíaca” e “Impacto” de su siguiente álbum de estudio, “El
segundo es felino”, de 2008. Este disco es un punto crucial para la banda, no
solo en términos de éxito comercial, sino también en su evolución sonora,
consolidando así el estilo que los definiría por el resto de su carrera. Un
rock accesible, pero lejos de ser insípido, con más de un reconocido guiño a la
música de los 70 y 80, letras melancólicas que no caen en el sentimentalismo y,
en general, una ejecución sólida, cimentaron la reputación de la banda como una
de las más queridas dentro del género.
En
los años que siguieron, la escena del rock alternativo mexicano atravesó un
momento de notable efervescencia. Para entonces, PXNDX ya había lanzado
“Poetics”, Hello Seahorse! estrenaba “Lejos. No tan lejos”, División Minúscula seguía
de gira con “Sirenas”, Zoé seguía cosechando el éxito de “Reptilectric”,
Bengala promocionaba “Oro” mientras que Odisseo debutaría al año siguiente con
su EP “Los Salvajes”. En medio de esta oleada de lanzamientos icónicos,
Enjambre nos regala con “Daltónico”, en mi opinión, su
mejor trabajo hasta la fecha, y por mucho.
Todo
en este disco grita nostalgia, partiendo desde la portada, que rememora mucho
las bandas de colores del tecnicolor. Producido por Gerry Rosado, el sonido tan
particular de este álbum resalta la calidez de las grabaciones analógicas de
antaño, dándole al disco un aire atemporal. Desde el primer acorde, Daltónico
sumerge al oyente en una atmósfera de guitarras envolventes, bajos melódicos y
baterías precisas, todo acompañado por la inconfundible voz de Luis Humberto
Navejas. Sus letras, cargadas de dramatismo y poesía, son uno de los pilares del
álbum.
Uno
de los aspectos más destacados de Daltónico es su lirismo. Las canciones
abordan temas de amor, pérdida, desencanto y nostalgia, con una prosa cuidada y
metáforas que invitan a la introspección. En este tenor, el álbum empieza con
Cobarde: un arreglo de teclados abre la canción, en combinación con un urgente
redoble de tambores que le dan una atmósfera etérea y en la que Luis Humberto
demuestra su capacidad vocal al interpretar un estilo de canto inspirado en los
grandes exponentes del mariachi, como Pedro Infante o Antonio Aguilar. La letra
le hace justicia, uniendo tristeza en estado puro con belleza poética: “Envidia
del asfalto donde dan paso tus pies / Envidia del destino a donde ves / Envida
de la ropa que le da abrigo a tu piel / Envidia del clima que te ampara y te es
cruel.”
El
segundo tema, Visita, es uno de los himnos de la banda. Con acordes secos pero
punzantes, a medida que avanza, la canción evoca un sentimiento de
arrepentimiento y resignación. Aunque en una primera escucha podría parecer una
ruptura amorosa, la letra sugiere más bien una separación familiar, véase el
estribillo: “Pues no es gusto, no es mi voluntad / Cree lo que te digo / Que
aunque no me veas yo voy a estar / Siempre contigo” y el coro: “La
semana me parte en dos de viernes a domingo / Tu visita me repara cuando nos
conecta, entonces vivo / Quiero que te vengas a vivir todos los días conmigo.”
Con
un giro en la atmósfera, Cambiante, la tercera canción, es una explosión de
guitarras distorsionadas, batería enérgica y coros que critican las relaciones
superficiales: “Quieres engañarte al disfrazarte como ellos / Has dejado al
ser humano atrás / Ya eres animal nuevo.” El solo es la mejor parte, y
aunque simple, tocado en armonía con los teclados, crea una pared sonora que no
deja a nadie indiferente.
La
cuarta canción del álbum no es otra menos que Dulce Soledad, probablemente el sencillo
más exitoso de la banda. Se trata de un himno melancólico con una melodía
pegajosa y una letra que explora la relación entre la tristeza y la inspiración
artística. Léase: “Pero en cambio a ti te tengo / Mi fiel enamorada / Solo
contigo me entretengo” y más adelante: “Juntos nos ocultamos en las
horas largas / Ya que tu silencio esconde tu identidad / Te llamaré por
sobrenombre mi dulce soledad”, que da paso al quinto tema, Sanguijuela, una
oda a una relación tóxica, pero que al mismo tiempo no deja de ser una
apasionada declaración de amor: “Cuando no la veo / Todo el día tiemblo / Y
mi piel se abre para enseñarme / Sangro de su sangre.”
Llegando
a la mitad del álbum, suena Eliza Mi Hortaliza, una de las canciones más
infravaloradas de la banda. Con guitarras cargadas de energía punk rock y letras
que a menudo rozan lo onírico, Luis Humberto captura la sensación, casi surrealista,
en la que consiste enamorarse por primera vez. De esta manera, tenemos un coro
tan absurdo como conmovedor: “Ella por mí siempre está velando / Aunque
putrefacto soy su fruto amado / Cuando acepto que veo todo raro / En el día
entre el primero y último del año / Ahí está / Eliza mi hortaliza.” A esta
canción sigue Makin’ It Back, un himno a la resiliencia escrito en inglés, con
notables reminiscencias a bandas pioneras del indie rock, sobre todo The
Strokes.
Siguen
la dupla de canciones Madrugada e Intruso, dos sencillos que tampoco reciben la
apreciación que merecen. El primero lidiando con temas como el remordimiento: “Para
no sentir culpa / Para no sentir orgullo / Para no sentir que lo que yo tengo /
En verdad es todo tuyo”, y el segundo expresando bastante elocuentemente un
sentimiento de celos, todo acompañado de un riff que nos transporta a los
mejores años del rock setentero: “Es de anatomía / Idéntica a la mía / Su
rostro es de alegría / El mío es de agonía”.
Un
refrescante cambio de tono viene dado por La Duda y Enemigo, comparativamente
más relajadas que las nueve canciones anteriores, aunque sin alejarse del todo
del rock que permea todo el álbum. Las letras van directo al grano, aunque eso
no las hace perder fuerza, las dos hablan de la desilusión que sentimos tras ser
engañados por una persona querida, o de la decepción que sobreviene tras darnos
cuenta de que nuestras esperanzas no se cumplirán. A éstas, sigue Ciencia De La
Lluvia, una pegajosa canción de amor en toda regla, de ésas que no se dedican a
la ligera, que sólo una vez en la vida tienen sentido: “Me encontraste en lo
más bajo / En el camino disfrazado de atajo” y en cuyo coro podemos
apreciar una vez más toda la capacidad vocal de la que es capaz Luis Humberto
Navejas: “Todo lo hago por ti y esto no es un lamento / Sino un ruego donde
intento que / Te quedes aquí / Todo lo hago por ti y yo no te pido nada / Solo
ver esa mirada y ese sonreír.”
El
álbum cierra con broche de oro con ¿Cómo Le Llevo Serenata?, la única balada
del disco, donde la banda se permite un momento de vulnerabilidad explorando
con un ritmo más pausado, arreglos atmosféricos y dónde la voz de Luis Humberto
parece ser la voz de nuestras cabezas haciéndonos preguntas retóricas: “¿Cómo
le llevo serenata? / A alguien que no descansa (…) ¿Cómo le llevo serenata? / A
alguien que vive / En todos lados (…) ¿Cómo le llevo serenata? / A alguien
quien no puedo encontrar.” La canción expresa la frustración de no ser
capaz de encontrar a una persona que, paradójicamente, está cerca. La metáfora
de la serenata refuerza esta idea, ya que culturalmente, constituye acto de
amor y dedicación hacia una persona que, se asume, está fuera de nuestro
alcance, por lo que, al llevarle música hasta su balcón, estamos demostrando
nuestro deseo de conexión. Sin embargo, la ausencia de tal persona echa por
tierra todo ese esfuerzo, lo que añade una capa de melancolía y resignación a
la canción. En la segunda parte, el narrador expresa su deseo de ser encontrado
por el ser amado, para poder finalmente cantar hasta caer dormido, y ser
arropado por ella: “Añoro el día en que me encuentres / Para cantarte hasta
que dormido caiga / Y ya que tú no duermes / Seas tú / Quien me ponga en cama /
Y por ti ser arropado / Y al despertar seguirte cantando.”
En
conclusión, Daltónico es un álbum esencial dentro del rock en español
contemporáneo. Su capacidad para transmitir emociones genuinas, su sonido
vintage bien ejecutado y su lírica emotiva lo convierten en una obra destacada
en la discografía de Enjambre. Es un disco que no solo definió a la banda, sino
que también dejó una marca en una generación de oyentes que encontraron en sus
canciones un refugio para la melancolía y la reflexión.
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